El melanoma es la versión maligna de un lunar. Es uno de los tumores humanos más agresivo que se conoce por su elevada capacidad de producir metástasis, aunque afortunadamente su desarrollo inicial suele ser lento y eso ofrece una amplia ventana temporal aprovechable para su diagnóstico precoz. De ahí, la importancia de la vigilancia de los lunares.
Las grandes mejoras en cuanto a la supervivencia de los pacientes con melanoma observadas a lo largo de los últimos 50 años han derivado sobre todo de este diagnóstico cada vez más precoz.
A mitad del siglo pasado, la mortalidad por melanoma se situaba en torno al 90% de los casos. Actualmente, la mortalidad se sitúa en torno a un 10-15%.
Cuando ya hay metástasis la mortalidad sigue siendo muy elevada (en torno al 70-80% hoy).
Estas cifras están mejorando de forma lenta pero continuada en los últimos años gracias al tratamiento con inhibidores del gen BRAF mutado y a las nuevas formas de inmunoterapia.
Razones para vigilar los lunares
En los pacientes de mayor riesgo de melanoma o de mayor dificultad de vigilancia hay 3 razones básicas para vigilar muy bien sus lunares:
1. Tener muchos lunares es un marcador de riesgo para padecer melanoma.
2. Los lunares atípicos a menudo se comportan como simuladores de melanoma y la distinción entre un lunar atípico y un melanoma incipiente es a menudo difícil.
3. Algunos lunares son precursores directos de algunos melanomas, aunque el melanoma no siempre deriva de un lunar previo. Hay melanomas que aunque aparezcan en personas con muchos lunares lo hacen en una zona de piel sin un lunar previo. Por ello tan importante es detectar cambios en los lunares previos como detectar lunares nuevos con rasgos atípicos.
Procedimientos
Las opciones para vigilar los lunares son múltiples y deben adaptarse al riesgo de melanoma y a la dificultad de vigilancia de cada caso. Entre las opciones disponibles, y ordenadas según menor perfil de riesgo y dificultad de vigilancia hacia mayor perfil de riesgo y dificultad, podemos destacar:
-Autovigilancia o vigilancia ayudada por familiares apoyada en la regla ABCDE (considerar como lunares sospechosos a aquellos que presenten a simple vista: Asimetría; Borde irregular; Coloración heterogénea; Dimámetro superior a 6 mm; Evolución, cambios en forma, tamaño o color).
-Autovigilancia o vigilancia ayudada por familiares apoyada en controles fotográficos (hay aplicaciones para teléfonos móviles adaptadas a este fin, aunque se debe ser cauto aún con respecto a las que ofrecen diagnósticos automatizados, aún no testadas por observadores independientes en condiciones reales de uso, en un número muy elevado de pacientes y durante un periodo de vigilancia suficientemente prolongado).
-Vigilancia por dermatólogo apoyada en controles fotográficos panorámicos y/o en el uso de la dermatoscopia manual.
-Vigilancia por dermatólogo experto apoyada en el uso de mapeos corporales con dermatoscopia digital.
-Evaluación de lunares dudosos muy seleccionados con microscopia confocal.
Factores de riesgo que hacen más necesaria la vigilancia
La necesidad de vigilar los lunares de una persona dada y la forma de hacerlo van a venir condicionadas sobre todo por dos factores: riesgo de melanoma y dificultad de vigilancia. Un número elevado de lunares y/o la presencia de lunares atípicos es obvio que aumentan la dificultad de reconocer entre ellos a un melanoma incipiente. También puede ser difícil hacerlo en pieles con mucho daño solar crónico, muchos lentigos y muchas queratosis seborreicas y/o actínicas, aunque no tengan muchos lunares.
Entre los factores de riesgo para padecer melanoma podemos destacar los siguientes:
-Antecedentes familiares de melanoma.
-Antecedentes personales de melanoma.
-Abundancia de lunares y de pecas.
-Presencia de lunares clínicamente atípicos (forma y/o color irregular, muy oscuros, tonalidades peculiares: sonrosada, azulada, grisácea, negruzca).
-Antecedente personal de algún lunar con displasia histológica confirmada.
-Piel clara con facilidad para quemarse y dificultad para broncearse.
-Ojos claros y pelo rubio muy claro o pelirrojo.
-Antecedentes de quemaduras solares reiteradas en infancia y juventud.
-Exposición solar crónica importante (profesional, deportiva o recreativa).
-Lunares congénitos, presentes desde el nacimiento (suelen ser relativamente grandes, y a mayor tamaño, mayor el riesgo).
-Tratamientos inmunosupresores (trasplantados, enfermedades autoinmunes, algunos pacientes oncológicos).
Como es obvio, a más factores de riesgo acumulados en una misma persona, mayor riesgo final de melanoma, a menudo mayor dificultad de vigilancia, y mayor utilidad por ello de una vigilancia periódica de sus lunares apoyada en un mapeo corporal completo con dermatoscopia digital.