Sol: riesgos para nuestra piel y beneficios para nuestra salud
Acabamos de sobrepasar la mitad del verano. Lo que significa que aún nos quedan por delante muchas horas potenciales de sol. Es tradicional que especialmente al inicio del verano los dermatólogos insistamos sobre los peligros del exceso de sol para nuestra piel. Si pensamos exclusivamente en el largo plazo y lo hacemos desde una perspectiva exclusivamente cosmética cuesta encontrarle algún beneficio a la acumulación de radiación solar a lo largo de nuestra vida. Pero nuestra salud global va mucho más allá de la de nuestra piel y la cosmética no es la única perspectiva a considerar a largo plazo. Aparte de que hay diversos tratamientos dermoscosméticos para minimizar las consecuencias cosméticas indeseables del sol a largo plazo.
De los riesgos asociados a una exposición solar excesiva yo destacaría cuatro:
1. La quemaduras solares: molestas en el corto plazo y asociadas a mayor riesgo de melanoma en el largo plazo.
2. Envejecimiento prematuro de nuestra piel, en forma de manchas y arrugas (el denominado fotoenvejecimiento).
3. Cáncer de piel: es incuestionable su papel en el cáncer de piel pero difiere según los diferentes tipos de cáncer de piel. Muchos epiteliomas se relacionan con la cantidad de sol acumulada. Muchos melanomas parecen depender más del número de quemaduras solares, aunque la cantidad de sol acumulada sea moderada.
4. Enfermedades causadas o agravadas por la luz solar. Son las enfermedades que cursan con fotosensibilidad. Aquí se incluyen enfermedades como el lupus eritematoso o la rosácea, así como algunas reacciones a ciertos medicamentos, colonias, perfumes y plantas, en personas predispuestas.
Podríamos quedarnos en los riesgos de la exposición solar, pero no debemos hacerlo. Como indiqué al principio, nuestra salud global va más allá de nuestra salud cutánea. De los beneficios del sol sobre nuestra salud general destacaría tres:
1. La radiación ultravioleta B sobre nuestra piel es la principal fuente de vitamina D para nuestro organismo. Con la dieta no cubriríamos más allá del 10% al 20% de nuestras necesidades, salvo si tomamos suplementos de vitamina D (lo que para algunas personas con ciertos problemas de piel es la mejor opción y la más segura).
2. La radiación ultravioleta es beneficiosa para algunas enfermedades de la piel, que mejoran con el sol. Quizás los ejemplos más obvios, por su frecuencia, sean la psoriasis y el acné (con algunas excepciones).
3. La radiación solar puede tener efectos beneficiosos sobre nuestro estado de ánimo, nuestra sensación de bienestar y nuestro rendimiento intelectual, lo que en parte estaría mediado por la producción en nuestra piel de endorfinas (opiáceos endógenos) y de ácido urocáinicoque en nuestro cerebro se transformará en glutamato y actuará como neurotransmisor. Es más, algunos cuadros depresivos se tratan con “helioterapia”, sobre todo en países nórdicos.
De todo esto hablo de forma algo más extensa en un artículo que publiqué en El Confidencial hace algunos días. Las recomendaciones sobre la exposición solar deben ser individualizadas. Lo que es válido para la población general puede no serlo para determinados grupos de riesgo de padecer cáncer de piel. Y lo que puede ser razonable para pieles que se broncean con facilidad puede ser peligroso para pieles muy claras y con gran tendencia a la quemadura. Nuestra actitud ante el sol debe apoyarse en un trípode básico: información de calidad, sentido común y, cuando sea necesario, el consejo personalizado de nuestro dermatólogo.